viernes, 28 de agosto de 2009

¡Van a asesinar de nuevo al Vicepresidente!


El siguiente artículo fue publicado recientemente en el boletín Señales de Humo del Centro INAH Sonora

Raquel Padilla Ramos
Haré cuanto de mí dependa para que… se difunda en la forma más fácil, y que la justicia sea un hecho reconocido y el firme apoyo de la paz y el esfuerzo individual, convencido como estoy, de que en el libre uso de las facultades de ciudadano se vincula su bienestar y el engrandecimiento y prosperidad del Estado, que no es sino la garantía de la libertad.
- José María Pino Suárez

Hasta donde sé, José María Pino Suárez nunca visitó Sonora, pero tiene más relación con nuestra historia que la que imaginamos. En el ocaso del siglo XIX, dio inicio una política de deportación de indios yaquis al sureste del país, en particular a la península de Yucatán. La excusa era la prolongada guerra que sostenían contra el gobierno federal por la defensa de su tierra y autonomía. En Yucatán los yaquis fueron confinados para trabajar en prósperas haciendas henequeneras, en las que niños, hombres, mujeres y ancianos yaquis conocieron el incesante trajinar del corte de pencas de henequén.
El arribo de yaquis a suelo yucateco fue permanente y constante durante la primera década del siglo XX, lapso en el que estuvieron expuestos a enfermedades infecto-contagiosas como la fiebre amarilla, a accidentes de trabajo en los cuartos de máquinas de las haciendas y a accesos de “nostálgia” o depresión que muchas veces culminaban con sus vidas por el desgano vital y suicidios. Tal situación no cambió hasta el año de 1911, cuando los aires revolucionarios en tierras del Mayab soplaron a favor de los expulsos.
A fines de mayo de 1911 el viejo dictador Porfirio Díaz marchó por el vapor Ipiranga rumbo a Europa, dejando al país sumido en una hondonada de pasiones revolucionarias que no cesarían hasta casi mediados de siglo. En el no corto proceso de dimisión presidencial destacó la figura de un hacendado coahuilense de mediana edad, Francisco I. Madero, el cual un par de años atrás había realizado una gira proselitista nacional como candidato a la Presidencia de la República.
En 1911 Madero hizo una estadía en Yucatán, mediante la cual brindó su apoyo total al candidato a gobernador del estado por el Partido Antirreeleccionista, el licenciado de origen tabasqueño José María Pino Suárez. Sin embargo, los anhelos de los yucatecos estaban depositados en la figura de Delio Moreno Cantón, avalado por el Centro Electoral Independiente.
La impopularidad de Pino Suárez en la competencia por el gobierno de Yucatán, inspiró a su gente a liberar a los yaquis de los trabajos forzados que realizaban en las haciendas henequeneras, e instalarlos en Mérida, la capital, para ser afiliados a las milicias activas y operar como paramilitares y grupo de choque con el fin de amedrentar a los morenistas. De este modo el fraude electoral se orquestó en Yucatán con el beneplácito del Apóstol de la Democracia, Francisco I. Madero.
Los yaquis recientemente liberados, armados con cuchillos y machetes, vitoreaban a Madero y Pino Suárez ante los mítines del CEI, y su sola presencia atemorizó a los votantes a la hora de acudir a las urnas. La prensa yucateca dejó huella escrita de estos sucesos, concentrados en los meses intermedios del año 1911. Pino Suárez ofreció a los yaquis, a cambio de su trabajo como acarreados, el retorno a los añorados pueblos del río Yaqui, pero esta medida no se dio bajo el halo de una verdadera política de repatriación, como sí la hubo para fraguar la deportación.
Como vemos, Pino Suárez y los yaquis entablaron un contubernio en el que ambos tenían una cuota que cubrir, y que fue lo que a fin de cuentas puso a los indios en el camino a Sonora, si no llevados por los buques de guerra prometidos por el tabasqueño, sí porque la libertad les posibilitó alcanzar su destino por su propio pie. En Sonora, hasta la fecha los yaquis mantienen vigente su lucha por la integridad de su territorio y su autodeterminación.
Pino Suárez en cambio, de la brevedad de su gobierno en Yucatán pasó a la Vicepresidencia de la República bajo el mandato de Madero. La suerte de ambos es por todo conocida: Madero y Pino Suárez fueron arteramente asesinados en los tristes sucesos de La Decena Trágica en febrero de 1913, por órdenes del general Victoriano Huerta.
Pero quien muere inmolado tiene garantizada su permanencia en la memoria de los vivos, y así sucede con Madero y Pino Suárez, presentes en las evocaciones históricas de los mexicanos como los héroes caídos de la revolución. A ambos se les recuerda en cada desfile del 20 de noviembre, y en cada calle que de México que lleva sus nombres.
Particularmente en Hermosillo una calle de vital importancia en el desarrollo histórico urbano tiene la nomenclatura José María Pino Suárez. Se trata de una vía que en el siglo XIX era conocida como calle Hidalgo y que con el encumbramiento del Vicepresidente en los anales de la historia de México, recibió su nombre. La calle Pino Suárez hoy por hoy representa una entrada trascendental de la ciudad, con significativos edificios, tanto en términos arquitectónicos como históricos y culturales.

3 comentarios:

Mauro Barron Robles dijo...

Querida Raquel, Don José María Pino Suárez si visitó Sonora, especialmente el puerto de Guaymas en 1912 tengo en mi poder una fotografía donde se ve el recibimiento que dió el pueblo de Guaymas a su vicepresidente quien les dirige un mensaje desde el balcón ( sin balaustrada ) del Palacio Municipal...
Pino Suarez vino con el Ministro de Comunicaciones inspeccionando las obras que se hacian del ferrocarril Sud Pacifico que para 1912 llegó al puerto de Mazatlán.
Oportunamente te haré llegar la imagen para que forme parte algun dia de la fototeca de nuestro querido Sonora...

Raquel Padilla Ramos dijo...

Mil gracias, excelente información.

Claudio Murrieta dijo...

Que ameno la forma de relatar este episodio y conectarlo con el hoy de nuestra historia
Gracias.