lunes, 3 de agosto de 2009

Entre santos, templos y timadores


Entre santos, templos y timadores
Proyecto Las Misiones en Sonora


Raquel Padilla Ramos
Profesor Investigador
Centro INAH Sonora

Inevitablemente, cuando hablamos de los recintos religiosos que pertenecieron a las misiones jesuitas o franciscanas en Sonora, tenemos que aludir a la presencia del arte sacro novohispano y local, así como de la sustracción y pérdida de este a lo largo del tiempo. Estos serán los ejes sobre los que girará el presente artículo.
El proyecto Las Misiones en Sonora, perteneciente al programa de Misiones del Noroeste –creado en el INAH al arrancar el presente siglo–, pretende realizar trabajos a corto, mediano y largo plazo de investigación, difusión y protección del patrimonio misional sonorense. Entre las actividades de investigación podemos mencionar la sistematización de datos generales sobre sitios de misión, la recopilación de información sobre fiestas patronales derivadas de la evangelización misional, particularmente las de la ruta del Río Sonora, y la elaboración de artículos y ponencias temáticas.
Las tareas de difusión han marchado aparejadas de las de investigación. Mediante la base de datos señalada en el párrafo anterior, hemos podido iniciar el trabajo de señalización en la ruta misional de la Pimería Alta (o ruta de Kino). Por lo pronto, ocho ex misiones fueron beneficiadas con su cédula de información: La Purísima Concepción de Caborca, San Diego de Alcalá de Pitiquito (Fig. 1), San Antonio de Oquitoa, San Francisco de Átil, San Pedro y San Pablo de Tubutama, Santa María Magdalena, San Ignacio de Cabórica y Los Santos Reyes de Cucurpe. Esta última pertenece a la ruta del Río San Miguel, pero fue incluida en el programa señalético debido a la importancia que el padre jesuita Francisco Eusebio Kino le otorgó en su momento, allá por fines del siglo XVII.
Asimismo, hemos coadyuvado con la elaboración de miniguías para la ex misión de Nuestra Señora de la Asunción de Arizpe (Fig. 2) y para la Catedral Metropolitana de Hermosillo y hemos señalizado la ciudad de Álamos con cédulas informativas en sitios estratégicos. Si bien este último lugar no fue propiamente una misión, es considerado aún hoy día un centro religioso relevante. Prueba de ello es la riqueza de arte sacro-histórico que posee.
Derivado del proyecto Las Misiones en Sonora, surgió el proyecto Protección de Bienes Muebles Históricos en Recintos Religiosos de Sonora. Con él pretendemos inventariar y catalogar todos los objetos históricos pertenecientes a los templos antiguos de la entidad, dando preferencia a los misionales. De este modo y empleando la ficha técnica oficial de registro, el equipo de trabajo conformado por arquitectos, diseñadores, historiadores y estudiantes de la licenciatura en Historia de la Universidad de Sonora, hemos acudido a las ex misiones de San Miguel de los Ures, San Lorenzo de Huépac, Nuestra Señora del Rosario de Rayón (antes Nacameri), San Antonio de Oquitoa (Fig. 3), San Ignacio de Cabórica, Nuestra Señora de la Asunción de Opodepe y el ex presidio de San Miguel de Horcasitas para hacer levantamiento fotográfico y de datos. Los catálogos se imprimen a manera de libro y se les ha entregado un par de ejemplares a cada centro parroquial, previa redacción de una introducción monográfica sobre el sitio en cuestión.
Las labores de inventariado de arte sacro sonorense y de señalización de sitios misionales nos han permitido mantener una cercana relación con las comunidades de Sonora, aun las más serranas y recónditas. Los trabajos derivados del proyecto Misiones nos han acercado a los ayuntamientos y comisarías, con las cuales hemos creado estrategias para la protección y defensa de su patrimonio. Particularmente, han sido de gran provecho los vínculos forjados con los custodios eclesiásticos y civiles y con la feligresía de cada parroquia ex misional. Para muestra basta un botón:
A fines del año 2003, un hombre de origen brasileño, haciéndose pasar por restaurador profesional, logró que el párroco del templo de Ures accediera a darle veinte piezas metálicas (objetos litúrgicos y ornamentos), para darles un baño en oro de 24 quilates, según dijo. El timador desapareció con las piezas —algunas antiguas y otras no—, razón por la cual el sacerdote acudió al INAH Sonora para iniciar el procedimiento legal apoyado por la institución.
La suscrita había entregado el catálogo de arte sacro a la comunidad de Ures unos meses atrás, por lo que de inmediato, con las respectivas fichas técnicas en mano, interpusimos la denuncia en las oficinas de la PGR. En trabajo conjunto entre las autoridades de justicia, la oficina de economía de la Arquidiócesis de Hermosillo y personal del INAH, días y noches asistimos a la PGR para dar seguimiento al caso. Mientras tanto, los urenses realizaban oración en el templo para la recuperación de sus paramentos.
Los objetos sustraídos fueron boletinados por la INTERPOL y al robo de arte sacro en Ures se le dio cobertura en los noticieros nacionales. Poco después, se recuperaron diecinueve de los veinte objetos en un cuarto de hotel de la ciudad de Hermosillo y las piezas fueron identificadas y analizadas por el restaurador Rodolfo del Castillo y quien esto escribe, detectándose que algunas de ellas habían sido alteradas con pintura barata. A una custodia le faltaba además una piedra circón.
El artefacto que faltaba era un cáliz antiguo, posiblemente de finales del siglo XVIII o principios del XIX, de plata sobredorada y hechura sencilla. A los pocos días, el fugitivo fue capturado en la ciudad de Chihuahua con el cáliz empacado y rotulado para una casa de subastas en Nueva York. Mientras el timador era procesado por la justicia chihuahuense, el director del Centro INAH Sonora, a la sazón Carlos Villegas, contactó a la directora del Centro INAH Chihuahua, Elsa Rodríguez y al Secretario canciller de la Diócesis de Chihuahua, Pbro. Guillermo Serrano, con el fin de recobrar la pieza. Antes de terminar el año 2004 el cáliz ya se encontraba nuevamente en el uso litúrgico del templo de San Miguel de los Ures.
Fue esta, sin duda, una historia de éxito para el Centro INAH Sonora y para la comunidad de Ures, y prueba de que los catálogos de patrimonio histórico misional son un noble instrumento de identificación y análisis. Pero sobre todo, la recuperación de las piezas sacras robadas en Ures nos habla de que la salvaguarda del patrimonio histórico y cultural rinde mejores frutos cuando se conjugan los esfuerzos de todas las partes involucradas. Deseamos vehementemente que todas las historias de robo de arte sacro culminen con un desenlace similar.

2 comentarios:

Mauro Barron Robles dijo...

Muy interesante tu historia Raquel, desafortunadamente no todas terminan en un final feliz, Prueba de ello es el destino que tuvo la escultura funeraria del angelito de Alejandro Boido, realizada por Venturi en Génova Italia; donde tanto el INAH como el Ayuntamiento de Guaymas no tuvieron los cojones necesarios para obligar a la Arq. Emma Irene Almada Murillo ( sobrina del historiador guaymense jorge Murillo Chisem y presidenta del Colegio de Arquitectos de Hermosillo ) para que reintegrara la pieza al panteón de San Fernando de Guaymas y que abrió la puerta para que desaparecieran posteriormente los sepulcros realizados en bronce blanco de José Calvo y Elena Sandoval y los elementos decorativos del monumento funerario de Don Francisco Seldner; magnífico y único en su tipo en todo el noroeste mexicano.

Raffaella dijo...

Raquel, te felicito por este proyecto que al igual que todos los otros llevas con entereza y desusado entusiasmo. Has abierto un campo de investigación enorme para muchas generaciones de historiadores además de dar cabida a otra especialización como es la historia del arte.