miércoles, 30 de diciembre de 2009

martes, 27 de octubre de 2009

EN VENTA, $160 MX





ESTE LIBRO COMPILA LOS ARTÍCULOS DE DIVERSOS HISTORIADORES Y ANTROPÓLOGOS, QUIENES REALIZAN UN ANÁLISIS DE LAS RELACIONES QUE HAN GUARDADO LOS GRUPOS ÉTNICOS SONORENSES CON EL PODER A LO LARGO DE LA HISTORIA.

viernes, 28 de agosto de 2009

¡Van a asesinar de nuevo al Vicepresidente!


El siguiente artículo fue publicado recientemente en el boletín Señales de Humo del Centro INAH Sonora

Raquel Padilla Ramos
Haré cuanto de mí dependa para que… se difunda en la forma más fácil, y que la justicia sea un hecho reconocido y el firme apoyo de la paz y el esfuerzo individual, convencido como estoy, de que en el libre uso de las facultades de ciudadano se vincula su bienestar y el engrandecimiento y prosperidad del Estado, que no es sino la garantía de la libertad.
- José María Pino Suárez

Hasta donde sé, José María Pino Suárez nunca visitó Sonora, pero tiene más relación con nuestra historia que la que imaginamos. En el ocaso del siglo XIX, dio inicio una política de deportación de indios yaquis al sureste del país, en particular a la península de Yucatán. La excusa era la prolongada guerra que sostenían contra el gobierno federal por la defensa de su tierra y autonomía. En Yucatán los yaquis fueron confinados para trabajar en prósperas haciendas henequeneras, en las que niños, hombres, mujeres y ancianos yaquis conocieron el incesante trajinar del corte de pencas de henequén.
El arribo de yaquis a suelo yucateco fue permanente y constante durante la primera década del siglo XX, lapso en el que estuvieron expuestos a enfermedades infecto-contagiosas como la fiebre amarilla, a accidentes de trabajo en los cuartos de máquinas de las haciendas y a accesos de “nostálgia” o depresión que muchas veces culminaban con sus vidas por el desgano vital y suicidios. Tal situación no cambió hasta el año de 1911, cuando los aires revolucionarios en tierras del Mayab soplaron a favor de los expulsos.
A fines de mayo de 1911 el viejo dictador Porfirio Díaz marchó por el vapor Ipiranga rumbo a Europa, dejando al país sumido en una hondonada de pasiones revolucionarias que no cesarían hasta casi mediados de siglo. En el no corto proceso de dimisión presidencial destacó la figura de un hacendado coahuilense de mediana edad, Francisco I. Madero, el cual un par de años atrás había realizado una gira proselitista nacional como candidato a la Presidencia de la República.
En 1911 Madero hizo una estadía en Yucatán, mediante la cual brindó su apoyo total al candidato a gobernador del estado por el Partido Antirreeleccionista, el licenciado de origen tabasqueño José María Pino Suárez. Sin embargo, los anhelos de los yucatecos estaban depositados en la figura de Delio Moreno Cantón, avalado por el Centro Electoral Independiente.
La impopularidad de Pino Suárez en la competencia por el gobierno de Yucatán, inspiró a su gente a liberar a los yaquis de los trabajos forzados que realizaban en las haciendas henequeneras, e instalarlos en Mérida, la capital, para ser afiliados a las milicias activas y operar como paramilitares y grupo de choque con el fin de amedrentar a los morenistas. De este modo el fraude electoral se orquestó en Yucatán con el beneplácito del Apóstol de la Democracia, Francisco I. Madero.
Los yaquis recientemente liberados, armados con cuchillos y machetes, vitoreaban a Madero y Pino Suárez ante los mítines del CEI, y su sola presencia atemorizó a los votantes a la hora de acudir a las urnas. La prensa yucateca dejó huella escrita de estos sucesos, concentrados en los meses intermedios del año 1911. Pino Suárez ofreció a los yaquis, a cambio de su trabajo como acarreados, el retorno a los añorados pueblos del río Yaqui, pero esta medida no se dio bajo el halo de una verdadera política de repatriación, como sí la hubo para fraguar la deportación.
Como vemos, Pino Suárez y los yaquis entablaron un contubernio en el que ambos tenían una cuota que cubrir, y que fue lo que a fin de cuentas puso a los indios en el camino a Sonora, si no llevados por los buques de guerra prometidos por el tabasqueño, sí porque la libertad les posibilitó alcanzar su destino por su propio pie. En Sonora, hasta la fecha los yaquis mantienen vigente su lucha por la integridad de su territorio y su autodeterminación.
Pino Suárez en cambio, de la brevedad de su gobierno en Yucatán pasó a la Vicepresidencia de la República bajo el mandato de Madero. La suerte de ambos es por todo conocida: Madero y Pino Suárez fueron arteramente asesinados en los tristes sucesos de La Decena Trágica en febrero de 1913, por órdenes del general Victoriano Huerta.
Pero quien muere inmolado tiene garantizada su permanencia en la memoria de los vivos, y así sucede con Madero y Pino Suárez, presentes en las evocaciones históricas de los mexicanos como los héroes caídos de la revolución. A ambos se les recuerda en cada desfile del 20 de noviembre, y en cada calle que de México que lleva sus nombres.
Particularmente en Hermosillo una calle de vital importancia en el desarrollo histórico urbano tiene la nomenclatura José María Pino Suárez. Se trata de una vía que en el siglo XIX era conocida como calle Hidalgo y que con el encumbramiento del Vicepresidente en los anales de la historia de México, recibió su nombre. La calle Pino Suárez hoy por hoy representa una entrada trascendental de la ciudad, con significativos edificios, tanto en términos arquitectónicos como históricos y culturales.

lunes, 3 de agosto de 2009

Entre santos, templos y timadores


Entre santos, templos y timadores
Proyecto Las Misiones en Sonora


Raquel Padilla Ramos
Profesor Investigador
Centro INAH Sonora

Inevitablemente, cuando hablamos de los recintos religiosos que pertenecieron a las misiones jesuitas o franciscanas en Sonora, tenemos que aludir a la presencia del arte sacro novohispano y local, así como de la sustracción y pérdida de este a lo largo del tiempo. Estos serán los ejes sobre los que girará el presente artículo.
El proyecto Las Misiones en Sonora, perteneciente al programa de Misiones del Noroeste –creado en el INAH al arrancar el presente siglo–, pretende realizar trabajos a corto, mediano y largo plazo de investigación, difusión y protección del patrimonio misional sonorense. Entre las actividades de investigación podemos mencionar la sistematización de datos generales sobre sitios de misión, la recopilación de información sobre fiestas patronales derivadas de la evangelización misional, particularmente las de la ruta del Río Sonora, y la elaboración de artículos y ponencias temáticas.
Las tareas de difusión han marchado aparejadas de las de investigación. Mediante la base de datos señalada en el párrafo anterior, hemos podido iniciar el trabajo de señalización en la ruta misional de la Pimería Alta (o ruta de Kino). Por lo pronto, ocho ex misiones fueron beneficiadas con su cédula de información: La Purísima Concepción de Caborca, San Diego de Alcalá de Pitiquito (Fig. 1), San Antonio de Oquitoa, San Francisco de Átil, San Pedro y San Pablo de Tubutama, Santa María Magdalena, San Ignacio de Cabórica y Los Santos Reyes de Cucurpe. Esta última pertenece a la ruta del Río San Miguel, pero fue incluida en el programa señalético debido a la importancia que el padre jesuita Francisco Eusebio Kino le otorgó en su momento, allá por fines del siglo XVII.
Asimismo, hemos coadyuvado con la elaboración de miniguías para la ex misión de Nuestra Señora de la Asunción de Arizpe (Fig. 2) y para la Catedral Metropolitana de Hermosillo y hemos señalizado la ciudad de Álamos con cédulas informativas en sitios estratégicos. Si bien este último lugar no fue propiamente una misión, es considerado aún hoy día un centro religioso relevante. Prueba de ello es la riqueza de arte sacro-histórico que posee.
Derivado del proyecto Las Misiones en Sonora, surgió el proyecto Protección de Bienes Muebles Históricos en Recintos Religiosos de Sonora. Con él pretendemos inventariar y catalogar todos los objetos históricos pertenecientes a los templos antiguos de la entidad, dando preferencia a los misionales. De este modo y empleando la ficha técnica oficial de registro, el equipo de trabajo conformado por arquitectos, diseñadores, historiadores y estudiantes de la licenciatura en Historia de la Universidad de Sonora, hemos acudido a las ex misiones de San Miguel de los Ures, San Lorenzo de Huépac, Nuestra Señora del Rosario de Rayón (antes Nacameri), San Antonio de Oquitoa (Fig. 3), San Ignacio de Cabórica, Nuestra Señora de la Asunción de Opodepe y el ex presidio de San Miguel de Horcasitas para hacer levantamiento fotográfico y de datos. Los catálogos se imprimen a manera de libro y se les ha entregado un par de ejemplares a cada centro parroquial, previa redacción de una introducción monográfica sobre el sitio en cuestión.
Las labores de inventariado de arte sacro sonorense y de señalización de sitios misionales nos han permitido mantener una cercana relación con las comunidades de Sonora, aun las más serranas y recónditas. Los trabajos derivados del proyecto Misiones nos han acercado a los ayuntamientos y comisarías, con las cuales hemos creado estrategias para la protección y defensa de su patrimonio. Particularmente, han sido de gran provecho los vínculos forjados con los custodios eclesiásticos y civiles y con la feligresía de cada parroquia ex misional. Para muestra basta un botón:
A fines del año 2003, un hombre de origen brasileño, haciéndose pasar por restaurador profesional, logró que el párroco del templo de Ures accediera a darle veinte piezas metálicas (objetos litúrgicos y ornamentos), para darles un baño en oro de 24 quilates, según dijo. El timador desapareció con las piezas —algunas antiguas y otras no—, razón por la cual el sacerdote acudió al INAH Sonora para iniciar el procedimiento legal apoyado por la institución.
La suscrita había entregado el catálogo de arte sacro a la comunidad de Ures unos meses atrás, por lo que de inmediato, con las respectivas fichas técnicas en mano, interpusimos la denuncia en las oficinas de la PGR. En trabajo conjunto entre las autoridades de justicia, la oficina de economía de la Arquidiócesis de Hermosillo y personal del INAH, días y noches asistimos a la PGR para dar seguimiento al caso. Mientras tanto, los urenses realizaban oración en el templo para la recuperación de sus paramentos.
Los objetos sustraídos fueron boletinados por la INTERPOL y al robo de arte sacro en Ures se le dio cobertura en los noticieros nacionales. Poco después, se recuperaron diecinueve de los veinte objetos en un cuarto de hotel de la ciudad de Hermosillo y las piezas fueron identificadas y analizadas por el restaurador Rodolfo del Castillo y quien esto escribe, detectándose que algunas de ellas habían sido alteradas con pintura barata. A una custodia le faltaba además una piedra circón.
El artefacto que faltaba era un cáliz antiguo, posiblemente de finales del siglo XVIII o principios del XIX, de plata sobredorada y hechura sencilla. A los pocos días, el fugitivo fue capturado en la ciudad de Chihuahua con el cáliz empacado y rotulado para una casa de subastas en Nueva York. Mientras el timador era procesado por la justicia chihuahuense, el director del Centro INAH Sonora, a la sazón Carlos Villegas, contactó a la directora del Centro INAH Chihuahua, Elsa Rodríguez y al Secretario canciller de la Diócesis de Chihuahua, Pbro. Guillermo Serrano, con el fin de recobrar la pieza. Antes de terminar el año 2004 el cáliz ya se encontraba nuevamente en el uso litúrgico del templo de San Miguel de los Ures.
Fue esta, sin duda, una historia de éxito para el Centro INAH Sonora y para la comunidad de Ures, y prueba de que los catálogos de patrimonio histórico misional son un noble instrumento de identificación y análisis. Pero sobre todo, la recuperación de las piezas sacras robadas en Ures nos habla de que la salvaguarda del patrimonio histórico y cultural rinde mejores frutos cuando se conjugan los esfuerzos de todas las partes involucradas. Deseamos vehementemente que todas las historias de robo de arte sacro culminen con un desenlace similar.

sábado, 27 de junio de 2009

La Virgen del Camino y la matanza de Bácum


Está próxima la fiesta de La Virgen del Camino, y contribuyo a ella mediante este artículo, el cual fue publicado con más detalles (con notas al pie y fuentes consultadas) en la revista virtual http://www.andante26.com/revista/


La Virgen del Camino y la matanza de Bácum

Raquel Padilla Ramos
Centro INAH Sonora

La masacre
Obstáculo para el progreso y rémora de la sociedad, así eran considerados los yaquis en la segunda mitad del siglo XIX gracias a su larga carrera de insurgencia y al pensamiento político liberal de aquellos años. El coronel Próspero Salazar Bustamante era uno de estos liberales y pasó a los anales de la historia yaqui como el orquestador de la matanza de Bácum, verificada en 1868. Es factible también que la simpatía de los yaquis hacia el gandarismo fuera una razón más para justificar ataques tan brutales como el de Bácum.
De manera abreviada, lo que sucedió fue lo siguiente, según la pluma de Francisco Troncoso, quien posiblemente se basó en el parte militar:

El día 12 de ese mes [febrero], una fuerza del coronel Bustamante derrotó, cerca de Cócorit, a una partida de indígenas, haciéndoles 33 muertos y tomándole un número igual de prisioneros. Tres días después se presentaron 600 indios en el pueblo mencionado, solicitando la paz, y el coronel Salazar, por sospechar que venían de mala fe, los tomó presos y les exigió la entrega de 300 armas de fuego, de las cuales sólo pudieron dar 48. Aquel jefe puso entonces en libertad un número proporcionado a la cantidad de que armas de que habían hecho entrega, y con 450 prisioneros marchó el 18 al pueblo de Bácum, en cuya iglesia los encerró, separando 10 cabecillas, con orden de que fueran fusilados al menor movimiento que los demás hicieran para fugarse, cuya orden se ejecutó a las 9 y media de la noche, porque según se dijo, los indios se habían echado sobre la guardia. Si pretendieron o no fugarse los indios encerrados en la iglesia, sólo lo supo el coronel Bustamante. Lo cierto es que en aquella hora se rompió sobre ellos el fuego, produciendo una confusión indescriptible. La artillería se colocó en la puerta del edificio e hizo varios disparos con metralla sobre aquella multitud indefensa; el templo se incendio y perecieron más de 70 indios, logrando escapar el resto en medio de la confusión y el desorden.

El número de yaquis muertos varía, según la versión a la que se tiene acceso, pero hay quien propone una cifra de hasta 120. Lo más vívido que queda de la matanza de Bácum en la memoria yaqui es una historia envuelta en un halo de misterio, difícil de desentrañar…

Nuestra Señora del Camino
Durante el incendio de la iglesia de Bácum (dedicada a Santa Rosa de Lima, por cierto), varios yaquis pudieron escapar; de ellos, cuatro lograron salir y poner a salvo una pequeña imagen de bulto de Nuestra Señora del Camino. Los prófugos alcanzaron la sierra del Bacatete, donde resguardaron a la Virgen al parecer en una cueva. Desde entonces, año con año en la víspera de su fiesta patronal, cuatro yaquis que heredaron el secreto del lugar exacto en donde se depositó a Nuestra Señora, la recogen y la bajan al pueblo de Loma de Bácum.
En la Loma se celebra el 2 de julio la fiesta más numerosa entre los yaquis, pues acude gente de los ocho pueblos, de Hermosillo y de Arizona. Es una festividad muy vistosa, plena de danzantes matachines que en esta ocasión especial utilizan listones de colores para trenzarlos en un palo; hay también presencia de Venado y Pascolas. Cada pueblo lleva a su propio séquito de matachines.

El padre josefino Manuel Robledo sostiene que la fiesta de Nuestra Señora del Camino representa al Misterio de la Visitación, por la fecha en que se celebra, que coincide con el día de Santa Isabel o la Visitación. La Visitación se refiere al momento en que María Virgen, recién anunciado su embarazo por el arcángel San Gabriel, visitó a su prima Isabel (preñada también, pero esta con seis meses de gestación). Este episodio pasa a la posteridad cotidianamente gracias al rezo del Ave María “Bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”, que son las palabras que Isabel dijo a su prima cuando el niño-feto Juan (el futuro Bautista) saltó en su seno al sentir la presencia del niño-feto Jesús en el vientre de María.

Algunos yaquis afirman (de hecho, ni siquiera se cuestionan) que la Virgen del Camino es la Santísima Virgen, pero dentro de la comunidad de Loma de Bácum, hay quien considera que podría ser Santa Isabel, la madre del Bautista. Personalmente no creo que la Virgen del Camino sea Santa Isabel; es probable que esta imbricación provenga de la época jesuita por razones que expondré más adelante. Sin embargo, el antropólogo norteamericano Edward H. Spicer sostiene que se trata de Santa Isabel y así lo señala en su libro Los Yaquis. Historia de una Cultura. Lo cierto es que en el santoral, el día 2 de julio está dedicado a Santa Isabel.

Desalojo y fiesta
Ahora bien, ¿por qué el cambio de Bácum a Loma de Bácum para honrar a la Virgen del Camino? A lo largo de la guerra del Yaqui los alzados e incluso los yaquis pacíficos tuvieron que desalojar los pueblos del Río, ya sea para esconderse en la Sierra o porque sufrieron la deportación a Oaxaca o Yucatán. Los yoris no desaprovecharon la ansiada oportunidad y ocuparon los pueblos más sureños, Cócorit y Bácum. Al darse la “pacificación”, los yaquis optaron por fundar Loma de Guamúchil, en relación al primero y Bataconsica, ligado al segundo. Posteriormente, por causa de una inundación en 1948, los yaquis reubicaron Bácum-Bataconsica en lo que se conoce como Loma de Bácum.

El padre Robledo, a quien cité renglones atrás, describe la fiesta del Camino como repleta de costumbres “antiquísimas que la guerra de 14 años interrumpió pero no pudo abrogar.” Dice también, basado en los escritos de su cofraterno Frías, que llegaron al festejo indios de todas las cercanías y en la víspera, esto es, el día primero por la tarde, se congregaron en lo que “en su tiempo fue la mejor Iglesia del Río”, es decir, la de Bácum. Acto seguido, el josefino escribe la disposición de los paramentos religiosos, de las imágenes de los santos y la de los actores partícipes durante la víspera:

A uno y otro lado del altar se colocaron los cantores de todos los pueblos, que eran más o menos seis de cada uno, presididos de un maestro que los dirigía; en esta ocasión fueron cuatro los pueblos representados en sus cantores y se distribuyen los de dos en un lado y los de los dos restantes en el otro.
En medio de la concurrencia que llegaba a mil almas, se entonaron las vísperas solemnes y fue grande la maravilla de nuestros Josefinos al oír a las indias responderse en latín los versículos de los salmos cantados de memoria y en perfecto orden así como las demas partes de las vísperas…, los soldados del Tetabiate hicieron salvas con sus fuciles y los pirotecnicos reventaron cohetes y quemaron castillos aún antes de que la jente saliera.

El mero día de la celebración, el misionero josefino celebró una misa a las cuatro de la mañana y otra más a las seis, señalando que ambas estuvieron muy concurridas (más de dos mil personas “que no encontraron lugar dentro de los paredones de la Iglesia [y] se apretujaron en sus alrededores”). Otro miembro de la orden, el padre Martínez, explicó a los yaquis el significado de la fiesta en un conmovedor sermón. Por la tarde hubo una procesión “como jamás en mi vida había visto cosa semejante”, dice Ramón Frías. La impresión que le dejó la fiesta queda plasmada en los siguientes párrafos:

¡Qué cuadro tan conmovedor! A la verdad que ante el siguiente espectáculo mi corazón se conmovió y mis ojos sin quererlo se humedecieron. Formados todos en la Iglesia para la Procesión cuatro inditos portaban las cañas de un palio bajo el cual otras inditas portaban las andas en que llevaban a la Santísima Virgen del Camino, que es una imagencita de pie y medio de alta, coronando sus sienes una corona de oro maziso; estas inditas llevaban sobre sus cabezas unos como bonetes colorados, de cuatro picos: Por delante de la Virgen iban tres inditos con los ciriales y cruz alta, el R. Padre Martínez y su servidor, veniamos atrás de la Virgen también bajo palio. Ordenada de este modo la Procesión, se dio principio a ella, y de una vez en la puerta de la Iglesia comenzó el R. Padre Martínez a rezar el santísimo Rosario, en el cual lo cantaban en un tono muy triste, muy devoto y a la vez conmovedor; en esta ocación se presentó a nuestra vida uno de los espectáculos más interesantes y conmovedores: el llano se encontraba cuvierto de una enorme masa de gente indígena, pues se calculaba el número de tres mil quinientos los que asistieron a la fiesta y quienes, a semejanza de las olas del mar, veianse agitar continuamente.
Por delante del segundo palio que conducía a la Santísima Virgen del Camino, seguía una multitud de palios a la larga distancia uno de otro, conduciendo a las imagenes que habían traído de los otros pueblos y a cuyos lados unos inditos llevaban unas banderas de diferentes colores, las que por insignia tenían el signo de nuestra Redención y que por el aire, agitándolas fuertemente, hacía visible a todos dicha señal. A los lados de las columnas de la Procesión formaban valla por ambos lados una hilera de soldados Yaquis que se reunieron de los pueblos y eran más de doscientos, quienes en todo el tiempo duró la procesión, descargaron varias veces sus armas, mientras otro indito, que era el Temastian o Sacristán iba repicando una campana…
De este modo duró la Procesión dos horas, hasta que, concluido el santo Rosario, entramos a la Iglesia y terminó la función… El fruto de esta fiesta ya se puede imaginar; pero además anotaremos que se efectuaron doce bautismos y un matrimonio y lo que llama el mismo cronista “el broche de oro”, que fue el no haberse encontrado entre tanta gente un solo indio que se hubiera propasado en la bebida, obstante que en otros años el embriagarse era común en estas festividades.

Sobra comentar que hoy día la fiesta del Camino está saturada de bebidas embriagantes. Es importante observar también que los padres josefinos no señalaron en su escrito que la Virgen fuese bajada de la Sierra, aunque sí advirtieron que algunos santos (imágenes de bulto) provenían de otros pueblos para visitar a Nuestra Señora.

Spicer se refiere a la fiesta del Camino como “una ocasión ceremonial que debe haber contribuido en forma importante a la solidaridad general de los yaquis”. Esto va en relación al hecho de que todos los pueblos yaquis se reúnen el 1 y 2 de julio para rendir honores a la Virgen y a que se requiere una organización magna y conjunta para llevar la fiesta a cabo.

En España existe un santuario dedicado a la Virgen del Camino en la comunidad autónoma de León, de la cual es oficialmente la patrona. El santuario existió primero como ermita; en ella un 2 de julio de 1505, fiesta de la Visitación, un pastor vio aparecer una imagen de la Virgen, parecida a la que se encontraba en el camino o ruta de Santiago. Así, cada 2 de julio se realiza en ese lugar, hoy conocido como Virgen del Camino, una gran fiesta a la que acuden peregrinos de toda la región. Esto nos indica que la devoción hacia Nuestra Señora del Camino era relativamente reciente cuando la llevaron los jesuitas a tierras yaquis.

La advocación de Nuestra Señora del Camino no es, pues, Santa Isabel, sino la propia Virgen en el momento de visitar a su prima. Es María al iniciar su proceso de maternidad la que provoca una gran fiesta peregrina en León, España, así como una colorida y concurrida fiesta en Loma de Bácum, Río Yaqui, la misma conmemoración que dejó maravillados a los padres josefinos a fines del siglo XIX y que aún hoy día no deja de maravillarnos.
Aunque para los yaquis su Virgen de Loma de Bácum no se relacione con la ruta a Santiago, tiene sin duda mucho que ver con su propio camino, con su historia étnica. El camino como metáfora implica un devenir, un salir y regresar, un llevar y traer. El camino es el que los sacó y los devolvió a la Tierra, es una vía que vislumbra un futuro benévolo y prometedor; es el que es, y como dijo el poeta, el que se hace al andar.

jueves, 25 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

Bacatete



BACATETE
Raquel Padilla Ramos
Artículo publicado en boletín Señales de Humo, Centro INAH Sonora

La sierra del Bacatete es un punto geográfico emblemático para los sonorenses… “Aquel Bacatete donde el diecisiete yo me pronuncié” dice la letra de la famosa Sonora Querida. Para los yaquis significa mucho más que eso, es tierra sagrada, depositaria de su historia de resistencia, y es morada de héroes. Los caminos para acceder al Bacatete son bien conocidos por casi todos los yaquis, hombres y mujeres, y procuran enseñárselos a sus hijos.
Visité la sierra del Bacatete por segunda vez en marzo de 2006, acompañando a un grupo de yoemes que subían a visitar las tumbas de sus ancestros. Los polvos de esos caminos nos bañaron desde el principio de la odisea, pero… “no importa, es tierra sagrada”, me dijo doña Petra, una yaqui de Huírivis. Ella llevaba a Diego, su nieto de 12 años: “No te traigo por bonito mijo, sino para que conozcas todo este lugar y te lo aprendas y que lo puedas dibujar.”
A lo largo del trayecto, que desde la carretera internacional hasta el viejo cuartel del ejército dura como una hora y media, estuvimos parando para tomar fotos y para desatascar la camioneta tipo pick up que llevábamos… Gajes del oficio. “Aquel cerro se llama Samahuaca” comentó Silverio, hijo de doña Petra. Recordé una conversación que sostuve con una yaqui de Vícam dos años atrás en la que me platicó de un cerro llamado Samahuaca donde su madre y su abuela fueron capturadas por los soldados para ser deportadas a Yucatán.
El cuartel del ejército es un edificio de adobe, ahora totalmente ruinoso. Su altura y forma circular característica le debieron dar, en los tiempos de guerra, una visibilidad privilegiada y un control estricto sobre la zona. Muy cerca de él está la tumba del jefe yaqui Tetabiate, muerto en batalla. La tropa federal tomó el cadáver y le rindió honores en virtud de que pertenecía a las fuerzas irregulares del ejército. Es probable que en realidad solo quisieran apropiarse del cuerpo para evitar que sus restos y su sepultura fuesen convertidos en santuario de peregrinación.
De cualquier forma, el lugar es visitado con frecuencia por los yaquis que suben de los pueblos a honrar al héroe. Cerca de ahí existe un rancho llamado Tetabiate en donde existe un panteón yaqui de tiempos de la guerra. Allí descansan los restos del jefe Sibalaume en una tumba cubierta toda de piedras, sin epitafio. Grupos yoremes suben de vez en cuando a este panteón y allí ejecutan sus danzas los matachines.
La sierra del Bacatete está llena de vida y de misterios. Dicen los yaquis que allí han pernoctado que se escuchan los pasos del ejército, los gritos de las batallas y los llantos de las viudas de guerra. Es un espacio venerado, temido y respetado donde de noche las estrellas se ven tan cerca -me dijo un yaqui- que casi se pueden tocar.

Pascolas y Venado yaquis, fines del siglo XIX

Explicando el nombre

Cuando en la escuela primaria estudiamos la conjugación de verbos, nos enseñaron que Pasado Participio es una forma verbal compuesta por dos verbos, uno de los cuales auxilia al otro, para indicar una acción no del todo pretérita. He echado mano de este concepto para aplicarlo como título del blog que ahora visita, tratando con ello de mostrar dos cosas: Que es un espacio para discutir temas del Pasado, es decir, asuntos históricos, y que el Participio o participación de los lectores es vital para lograr un intercambio exitoso de ideas.

lunes, 22 de junio de 2009

BIENVENIDA

A quien esto lee, le doy la más cordial bienvenida. Pasado Participio (PP) es un blog de intercambio de ideas, conocimientos, reflexiones, cuestionamientos e interpretaciones de los procesos sociales vinculados a la historia de México, en particular la del estado de Sonora.